Otros veranos

un café solo

Publicado: 16 jun 2025 - 07:04

Opinión en La Región.
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Ya llega el verano. Aunque no estoy muy segura qué significa más allá de calor, horas de luz y alguna canción machacona que ahora otros bailan. Puede que no haya mucho más, pero una nostalgia que se pega a la piel me dice que no siempre fue así. Aparecen los veranos de la infancia que disfrutábamos en el barrio o en el pueblo. La calle era nuestra. Sin todos incluido ni clubes de animación infantil. Ni falta que hacía. Nos teníamos unos a otros. Juegos, enfados y reconciliaciones a la velocidad de la luz, meriendas de chocolate y tanto tiempo por delante que hasta cabía el aburrimiento. Vivido en plenitud, sin traumas. Un aburrimiento que nadie buscaba llenar de manera artificial y del que brotaba una imaginación desbordante con la que enlazar las horas. Todo era aventura, descubrimiento y curiosidad infinita. Nada echábamos de menos porque lo teníamos todo, aunque no fuéramos conscientes.

Nos creamos la necesidad de hoteles en primera línea de playa y fotos para mostrar y demostrar. Aunque hubiese que pedir un crédito. Aunque el estrés de la preparación nos dejara rendidas

A esos veranos de plena libertad se fueron añadiendo los de verbenas encadenadas y amores inocentes llenos de promesas de eternidad. Esos en los que empezábamos a sentirnos mayores y en los que la urgencia por serlo de verdad nos llenaba de intranquilidad y rebeldía. Qué poco sabíamos entonces que no había ninguna prisa para llegar a ese destino, que sobraba el tiempo para ser adultos responsables y preocupados. Luego llegaron los de las bodas de amigas, cambios de rumbo, viajes para descubrir el mundo, grupos dispersados y también los de reencuentros que nos recordaban que algo ya no era igual y que nunca volvería a serlo.

Y empezaron los veranos que decidimos acotar a un mes de vacaciones. Esperado y tan lleno de altas expectativas que empezamos a sentir una extraña frustración. Ya no era suficiente la calle, la celebración, los encuentros y volver a casa para sentir los abrazos que por las prisas no disfrutábamos en plenitud el resto del año.

Nos creamos la necesidad de hoteles en primera línea de playa y fotos para mostrar y demostrar. Aunque hubiese que pedir un crédito. Aunque el estrés de la preparación nos dejara rendidas. Porque nos hicieron creer que si no nos íbamos éramos unos fracasados.

Seguramente siempre hemos perseguido recuperar la felicidad que añorábamos, sin entender aún que estaba en la simpleza de vivir esa época con los nuestros, sin prisas ni preocupaciones. Dejándonos llevar exclusivamente hasta dónde nos llevasen nuestras propias ganas, sin otros condicionamientos. Porque habrían de llegar los veranos, vividos rodeados de desconocidos y demasiado cortos, de añoranza, casas ya cerradas y agotamiento.

De alguna manera, ¿seremos el conjunto de veranos que nos han tocado vivir? Sea como sea, a mí me gustaría volver a aquellos en los que el tiempo pasaba despacio y yo me sentía plenamente feliz, porque no anhelaba otros horizontes.

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