Sonia Torre
UN CAFÉ SOLO
Las nostalgias
HISTORIAS INCREÍBLES
El cielo es azul, el agua del Tajo es azul, el vino puede ser azul, los mares son azules y el amor si te fijas bien es también azul.
Me gusta observar a la gente. Para eso, has de viajar como yo en un autobús, reposar tu cabeza sobre el asiento y dejar que las palabras vengan sobre ti como si fuesen esas diminutas gotas de agua que espolvorea algunas mañanas el viento inesperado e impertinente de este verano un poco indeciso.
Santi cuenta y recuenta a los que viajamos y nos parece bien, no sea que alguien se haya quedado enganchado en estos paisajes preciosos de Sintra, en los elegantes de Estoril. En las perfectas calizas blancas que nacidas en Ajuda se quedaron, para siempre, en el monasterio de los Jerónimos como si fuesen, que a lo mejor lo son, ángeles petrificados. En Óbidos aún viven los juglares y los goliardos. Nazaré nos mira desde tan arriba y desde abajo para que gocemos de esa raya azul y blanca que hace las delicias de los mejores surfistas del mundo. Hoy, a lo mejor no están, pero imaginamos a Gabriel Medina o a Jordy Smith tomando un cafetito portugués con nosotros. Es fácil soñar en esta tierra.
Aquí también se come bien y en este restaurante poblado de mesas redondas y manteles impolutos, todo el mundo cuenta lo que ha visto o quiere ver. Se barrunta si también será tan guapo el Algarbe; se pregunta a Isabel Alvares, nuestra sabia speaker, que cuenta con una voz suave todo lo que quieres saber y no te atreves a preguntar. Que la historia no fue siempre un cuento de hadas…y que mañana iremos a mirarnos en el espejo húmedo del mar.
Aquí en Bonbarral se hace el vino azul: Casal Mendes Blue. Es afrutado y con toques de frescura. Su base es un vino con una acidez equilibrada de 9,9 grados. Este vino has de tomarlo a sorbos pequeños como has de gozar de Portugal: paladeando y presintiendo.
De pronto, increíblemente, nos hemos quedado sin pan y yo, estudiante poco aplicado del idioma portugués, voy a pedirlo. Me dirijo a aquella chica de piel oscura y le hago saber, o eso me parece a mí, que necesitamos pan. En un idioma que no domino, traduzco. La chica llama a su compañera y le repite lo que yo le digo. Ambas se ríen de mí con gracejo. Al fin me doy cuenta que el “pao” que yo vocalizo con una “o” que debiera ser nasal, es otra cosa. Yo también me río.
Y si estamos en la quinta dos Loridos, Bacalhoa, aquí está el parque oriental más grande de Europa. Gozamos de cada cosa: el lago de las palmeras, el jardín de arte moderno, el laberinto del bambú, el jardín de las esculturas africanas, los guerreros azules en terracota, los lagos de la tranquilidad…
Aquí en Bonbarral se hace el vino azul: Casal Mendes Blue. Es afrutado y con toques de frescura. Su base es un vino con una acidez equilibrada de 9,9 grados. Este vino has de tomarlo a sorbos pequeños como has de gozar de Portugal: paladeando y presintiendo.
El empedrado de todos los sitios nos llama la atención. Hay quien lo hace nacer en 1755 cuando el terrible terremoto que destruyó Lisboa. Se tomaron los minerales de los edificios destruidos para reconstruir.
Tengo la impresión de que es un símbolo, o lo es para mí. Los calceteros, los hombres que construyeron sus calzadas, puestos en cuclillas, fueron no ya rehaciendo, sino construyendo de nuevo, su país piedra a piedra, golpe a golpe, hasta crear, a base de caliza o basalto, esta esquina amable de la península Ibérica.
Y nosotros venimos a pisar, y lo hacemos casi con pudor, sus piedras blancas y negras.
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