LOLITAS

Publicado: 28 oct 2010 - 09:50 Actualizado: 11 feb 2014 - 00:00

Si ustedes vieron la desternillante película 'Airbag', dirigida por Juanma Bajo Ulloa en 1997, sabrán de qué les hablo: en una de las escenas se ve cómo un político corrupto y pederasta, interpretado por Santiago Segura, es detenido por haber mantenido relaciones sexuales con una niña de diez años. Y el pedófilo se excusa diciendo: 'Es todo mentira, ¿cómo iba a saber que esa niña tenía diez años? La culpa es de lo padres, que las visten como putas'. Esta escena es una de las perlas de esta película, y constituye una crítica a ese parecer oscuro, retrógrado y repúgnante por el que toda conducta de acoso o agresión sexual de un hombre contra una mujer obedece casi siempre a previa provocación por parte de la fémina, ya sea una mirada pícara, ya una sonrisa insinuante, ya una escote demasiado marcado. Si echamos la mirada atrás aún podríamos encontrar recientes argumentos de alguna curiosa (por decirlo suavemente) sentencia, en la que se atemperaba la condena de la ley contra el agresor porque la vestimenta de la chica 'era excesivamente indecorosa', 'harto provocativa', o algo semejante; restos, en fin, del pensamiento franquista, por el que un pantalón demasiado ajustado, unas rodillas al aire o entrar en verano en una iglesia con los hombros descubiertos era blasfemo y un ultraje a la memoria del santísimo.

Creía que este parecer arcaico de buscar la excusa en la vestimenta de una mujer, para justificar el ataque sexual contra aquélla por no acceder a deseos libidinosos, había desaparecido, si no del populacho, sí de aquéllos a los que se le suponen dos dedos de frente. Sin embargo no es así: Resulta que el señor Sánchez Dragó se jacta en su último libro de haberse beneficiado, por turnos, a dos niñas japonesas de trece años. Que presuma de un acto tan aberrante me parece patético; que lo haga en un libro, como parte de su memoria escrito, resulta más bien un acto propio de Calígula o Nerón que de un 'intelectual' del siglo XXI; pero el colmo de la repugnancia es cómo recrea él ese encuentro, ya que cuenta cómo al salir del metro en Tokio, se topó de frente 'con unas lolitas de esas -ahora hay muchas- que visten como zorritas, con los labios pintados, carmín, rímel, tacones, minifalda...', y que 'las muy putas se pusieron a turnarse'. Y como colofón añade valiente: 'Las delincuentes eran ellas y no yo'.

Las frases no tienen desperdicio, pues además de llamar putas a las niñas (él no, ¡qué va!, él es un caballero decente que pasaba por allí y fue embaucado por los encantos y los fatales embrujos de las zorritas), da por sentado que hoy hay muchas sueltas por ahí, y si vemos a una jovencita con tacones y maquillaje, no hay duda de que estamos ante una puta dispuesta a lo que sea por acostarse con nosotros. Pero ahí no queda la cosa, pues este afamado escritor y presentador de la cadena de Esperanza Aguirre también habla de las mujeres que prefiere llevarse al huerto: A él (está claro) le gustan las de quince años. Y al describir a su amada Lolita señala que 'no hay nada como la piel tersa, los pechitos como capullos, el chochito rosáceo'. Sí, tal cual.

Les confieso que no me quita el sueño que este tipo se consuele pensando en las de quince. Como si se la gasta contra un ladrillo. Lo que me molesta es que aún existan trogloditas que piensan que una chica menor maquillada y en minifalda es una zorrilla, y en cambio el que la acosa y seduce, o es un machito, o es un pobre diablo embaucado por extraños sortilegios. Y encima le premian con un programa de televisión. ¿Qué piensa usted, doña Esperanza?

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