Arturo Maneiro
PUNTADAS CON HILO
El Prestige del Gobierno sanchista
Milena miró a los ojos de su abogado. Mirada inocente de una criatura débil que solo busca algo de comprensión. Entonces se decidió a hablar:
'Berto me violó hace muchos años. Nunca llegué a superarlo; lo arrastré conmigo como una cicatriz que nunca llegó a desaparecer, y que se hacía aún más dolorosa por estar completamente loca de amor por su padre. Cuando me acostaba con éste, me sometía, me daba plenamente, y lo amaba a cada minuto en que su cuerpo se unía al mío. Pero nunca pude escapar a la voz íntima que me reprochaba cómo podía entregar mi cuerpo y alma a otro Ulloa; cómo podía ultrajar la memoria de mi madre, tantas veces humillada a manos del bestia de mi padre'.
Milena se detuvo un instante para recuperar la voz, entrecortada por tanta emoción. Luego prosiguió:
'Pero no podía, ¡Oh, Dios!, no podía dejar de quererlo, de desearlo, de necesitarlo. Era mi amante, mi salvador y mi maestro. Estaba perdida por él. Por eso nunca le dije nada; le oculté que su hijo me había violado; se habría echado la culpa de todo. Lo habría matado de rabia. Pude esconderle mi pena, y con el tiempo, los días en que estábamos juntos casi lograba olvidarme de lo que aquello pasado. Casi?'.
'Supongo que eso nunca se supera', susurró compadecido el abogado.
'No, pero estoy convencida de que en este mundo somos capaces de aguantar todo, de que parece que un día no puedes más al recibir un nuevo golpe, tras tantos que has aguantado, y al final, cuando todo parece perdido, vas y te levantas, agarrándote a esta puñetera pero preciosa vida . Por eso yo seguí. Pero ese día no pude, no pude?'
Los sollozos de antes se volcaron en torrente de lágrimas, incontrolable, inconsolable; las manos no podían secar el río salado que nacía de la pena más grande del mundo. Pero quería seguir hablando; era como había dicho: al final acabas levantándote, aunque todo el cuerpo esté destrozado, hecho trizas:
'Berto vino de nuevo a mi habitación ? los ojos de Milena rebosaban ahora fuerza y rabia por mitad ?. Estaba borracho. Cerró la puerta tras de sí y sonrió de un modo sucio y amenazador. Le imploré que se fuera, pero él seguía riéndose, y se acercaba cada vez más a mí. 'No, por favor', 'no, por favor', no me salían más palabras, y lo único que pude hacer fue ponerme de rodillas para pedirle que no lo hiciera?'.
'¡Milena!' ? Joaquín quiso interrumpirla, para ahorrarle ese dolor.
'No, cállate, te lo suplico ?dijo ella . Sentí que me agarraba del cuello y me acercaba la cara a su entrepierna. Me resistí; entonces me dio una bofetada con su mano y caí redonda hacia a un lado. Aturdida por el golpe me levantó de nuevo por los pelos y volvió a golpearme en la otra mejilla. A mí no me dolían las bofetadas, prefería que siguiera pegándome, que descargase toda su furia y luego se fuese y me dejase en paz. Pero no se fue. Me cogió de un brazo, me levantó del suelo y me tiró sobre la cama boca arriba. Antes de que pudiese pedir auxilio me tapó la boca y me dijo que me mataría si se me ocurría gritar. Quería morirme, quería que todo acabase en ese momento al tiempo que aquellas embestidas salvajes. Y justo cuando creí que mi alma me dejaba, lo vi sobre la mesilla de noche. Me fijé en su filo, reluciente y mortal. Estiré un poco el brazo izquierdo hasta asir el mango del cuchillo; noté la madera vieja entre mis dedos, apreté el puño y lo escondí entre las sabanas. Te juro que lo pensé, pensé en lo horrible que sería quitar la vida a alguien. Pero entonces escuché otra vez que decía 'puta de mierda'. Sí, creo que esto fue lo último que salió de la boca de Berto'.
Y Milena, tras recordar lo sucedido, rompió de nuevo a llorar.
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