Leonardo Lemos, obispo de Ourense: "Que la mujer no pueda ser sacerdote no tiene nada que ver con la igualdad"

Entrevista

El obispo de Ourense, Leonardo Lemos, aborda la situación de la Iglesia en la provincia ourensana

Publicado: 15 ene 2023 - 06:30 Actualizado: 15 ene 2023 - 22:40

Entrevista con el obispo Leonardo Lemos: "Ourense tiene 735 parroquias"

Es el mayor de cinco hermanos e iba para marino, por tradición familiar, pero las palabras de un cura anciano le cambiaron la vida. Leonardo Lemos (Santiago de Barallobre, Fene, 1953) nunca soñó con ser obispo de Ourense, pero hoy no siente ni pizca de morriña de la Compostela donde dio clases durante 35 años. Licenciado en Estudios Eclesiásticos y en Filosofía Teorética, confiesa que lo habría dejado todo por la Arqueología Sagrada. Quien recuerda con pasión sus visitas con linterna a las catacumbas de Roma, se sienta a hablar sin filtros de lo humano y lo divino tras 11 años de episcopado.

¿Cuándo surgió su vocación? ¿Fue de niño?

Estaba estudiando tercero de Bachillerato y fue una llamada del señor. Era una fiesta de San José y estaba en la misa de la parroquia del Carmen, en Ferrol, donde vivía con mis padres. Había habido un bajón de vocaciones y había cerrado el seminario. El curiña viejo preguntó si entre los jóvenes que estábamos allí no había alguno al que Dios le pudiera decir: ven y sígueme. Aquellas palabras eran para mí, y cambiaron la perspectiva de mi vida. Vengo de una familia de marinos y lo que tenía trazado mi padre era que ingresara en la Escuela Naval de Marín.

¿Qué estudió?

Me licencié en Estudios Eclesiásticos en Salamanca; luego en Roma me licencié en Filosofía Teorética en la Universidad Gregoriana, y me doctoré en la Universidad de Santo Tomás. De paso, estudié Biblioteconomía y Archivística en la Escuela Vaticana, y fue una experiencia excepcional. Por las noches, me matriculé en un curso en el Pontificio Instituto, hice una diplomatura en Arqueología Sagrada y viví unas experiencias muy bonitas porque los alumnos podíamos ir a ver las catacumbas que no podían visitar los turistas. Volví a Santiago para dar clases en el Instituto Teológico y el Seminario durante 35 años, hasta que me nombraron obispo.

¿Fue una sorpresa?

Total y absoluta, impensable. No formaba parte de la proyección de mi vida. El trabajo académico me gustaba muchísimo y también era canónigo de la Catedral de Santiago, que tiene un gran aliciente por la cantidad de peregrinos y de actividad litúrgica. No es una catedral dedicada al turismo; es muy pastoral y hay mucha escucha. Estuve 23 años adscrito a una parroquia, donde organizaron una gran fiesta cuando me hicieron obispo. Y les dije: yo que no servía para ser coadjutor de una parroquia y me han hecho obispo. Solamente era cura adscrito, que es como ser un monaguillo cualificado.

¿Lo mejor de ser obispo de Ourense?

Conocer una realidad nueva; me siento muy querido y muy acogido. Tenemos un grupo de sacerdotes muy buenos y con mucha ilusión. El clero de nuestra diócesis está bastante bien formado y es muy apostólico y participativo. No he sentido ni pizca de añoranza de la Compostela en donde he vivido 35 años. Aquí me he sentido muy querido, con cruces y dificultades inherentes a la realidad humana.

¿Cuáles son esas cruces?

No poder responder a todas las necesidades a las que te llaman; no tener sacerdotes suficientes para todas las parroquias; y siempre digo que la diócesis es como una gran familia y tiene problemas económicos y cotidianos. Cae un muro en el atrio de una iglesia, pero es un muro construido en el siglo XVII. Esto es a veces lo más doloroso: no tener lo suficiente para mantener con mayor dignidad todo nuestro patrimonio. O la situación del archivo de la Catedral de Ourense. Quizás podríamos haberlo mantenido mejor, pero hay otras prioridades. Gracias a Dios, la Xunta nos ayuda mediante subvenciones, pero son insuficientes porque la Diócesis de Ourense tiene 735 parroquias, sin contar la catedral. Si añadimos el número de santuarios y ermitas, son más de 1.200 templos.

¿Cómo está el archivo?

Contenido, pero hay una dificultad de estructura porque en la parte superior no hay techumbre, solo terraza. Y con tanta agua, la terraza hizo de receptáculo, se filtró y bajó a uno de los pisos del archivo. La mayor parte de la documentación antigua, la más valiosa, está preservada porque está custodiada en armarios especiales, pero todos aquellos libros complementarios que se usan para el manejo de los investigadores se han deteriorado un poco.

Vinieron técnicos desde Santiago para analizar los daños.

Sí, acometer una determinación no es fácil porque siempre hay que contar con la Dirección Xeral de Patrimonio. Tienen que venir el arquitecto de la Catedral y el de Patrimonio, y ponerse de acuerdo, y pedir los permisos oportunos para nuestra catedral, que es la gran olvidada de Galicia. Después de la de Santiago, es la más hermosa de Galicia, sin ninguna duda. No encuentras una catedral con el Pórtico del Paraíso que tenemos y con el Retablo de Cornelis de Holanda en la Capilla Mayor.

Hay mucha escasez de vocaciones en Ourense.

Es un problema y una preocupación muy grande, en el caso de las vocaciones religiosas. En diez años no hemos tenido ningún ingreso en ninguna de las congregaciones religiosas de nuestra diócesis. En el Seminario, por suerte, todos los años tenemos algún ingreso del Seminario Menor o de fuera. Desde que estoy aquí, prácticamente todos los años, menos uno, he ordenado a uno, dos, tres o cuatro sacerdotes. Es poquito, pero comparado con otras diócesis es para dar gracias a Dios. El covid afectó a los programas de pastoral vocacional y hemos sufrido un bajón. Hemos pasado de 20 seminaristas a 13. También es cierto que el año pasado hemos tenido que decirles a cuatro chicos que dejasen el camino porque no era lo que Dios quería para ellos.

¿A qué cree que se debe que cada vez haya menos vocaciones?

Vocaciones hay, pero el ambiente está muy secularizado. Hoy puedes optar por ser médico, ingeniero, abogado, lo que tú quieras. En mi tiempo, o conseguías una beca del Estado o era muy difícil en una familia numerosa hacer una carrera universitaria. Así estudiamos todos, solicitando becas y teniendo un siete de media. El otro problema es el de la natalidad. Estamos en un invierno demográfico muy fuerte, y de manera especial en Ourense. Tenemos familias con un hijo. De los seminaristas que tenemos, cinco son hijos únicos y eso conlleva un problema añadido. Es una tragedia para los padres. Estamos viviendo una situación muy dura, nos tildan de muchas cosas, de corruptos. A mí me gusta mucho una frase del papa Francisco, que dice: “Pecadores, sí; corruptos, no”. Aunque haya algunos. La Iglesia es una gran familia con muchos hijos e hijas, y entre tantos puede haber siempre una ovejilla negra. Y eso influye también en la mentalidad de nuestros chicos. Un chaval de 16 años necesita una gran valentía para decirle a sus colegas que quiere ser sacerdote.

Están importando vocaciones de Latinoamérica.

Es necesario. Los acogemos porque en Ourense tenemos una colonia de venezolanos muy grande y muy participativa es los temas eclesiales. Acogemos sacerdotes, seminaristas y religiosas. Ourense fue siempre una diócesis muy misionera. Hasta hace poco teníamos una parroquia en un lugar de misión en Santa María Nai de Jipijapa, en el Arzobispado de Puerto Viejo, en Ecuador.

¿El papa Francisco ha ampliado el papel de la mujer en la Iglesia?

Hay que ser objetivos. Ya hace tiempo que las mujeres pueden distribuir la sagrada comunión como ministros extraordinarios de la eucaristía, sobre todo, cuando hay mucha gente que acude a la comunión y está el sacerdote solo. Es verdad que el año pasado el papa publicó unos documentos con los que alteraba un canon del derecho canónico, para que el ministerio de lector y acólito, que antes se reservaba a los varones que iban a ser ordenados sacerdotes, se extendiera a cualquier cristiano bautizado, hombre o mujer. Curiosamente, ya lo estaban haciendo. El papel de la mujer en el ámbito eclesial es imprescindible. ¿Qué sería de nosotros sin la colaboración de la mujer en el ámbito parroquial? La mayor parte de las personas que se preocupan de custodiar y cuidar nuestras 735 parroquias son mujeres. El trabajo administrativo, litúrgico, catequético y pastoral lo hacen ellas. Distinto es que puedan ser obispo o presbítero.

¿Cree que lo veremos?

Creo que no, sobre todo después de las experiencias de otras iglesias, como la Anglicana. Primero, porque doctrinalmente se han dado unos pasos muy ciertos y los últimos pontífices dijeron que a la Iglesia no les está permitido cambiar ciertas costumbres. Los anglicanos se dividieron cuando ordenaron obispos a varias mujeres.

La Iglesia no avanza en igualdad al mismo ritmo que la sociedad.

Que la mujer no pueda ser sacerdote no tiene nada que ver con la igualdad. La igualdad tenemos que plantearla de acuerdo con los derechos, pero yo no tengo derecho a ser cura u obispo. Es la Iglesia la que elige a uno de sus fieles y le consagra sacerdote. El sacerdocio no es un derecho; es un don que se te concede para servir.

¿Pero no es extraño que ese don nunca se le conceda a alguien por ser mujer?

Es la tradición de la Iglesia y la praxis del Evangelio, que es en lo que nos apoyamos. Hay una mujer muy vinculada a Jesús, que es María, su madre, que podría ser la gran sacerdotisa. María siempre tiene una presencia hermosa y fecunda. No es un problema de igualdad y el ministerio sacerdotal y episcopal no es un derecho, sino un don que te concede la Iglesia para servir a los demás.

Acabamos de despedir a Benedicto XVI.

Es una experiencia que se ha dado muy pocas veces en la historia y denota una gran valentía por su parte. Si no hubiera presentado la renuncia hace diez años, nos hubiésemos encontrado con un papa anciano al que no se le podía oír y que no se podía levantar. Su determinación fue heroica. Tenía el máximo poder espiritual, pero reconoció que no tenía fuerzas y se fue. Eso denotó valentía, humildad e inteligencia libre. Siendo estudiante, me encontré con el cardenal Ratzinger, que era pequeñito y llevaba la boina y su cartera. Cruzaba la plaza de San Pedro y saludaba a todos. En su pontificado, que duró ocho años escasos, nos dejó un testimonio espiritual y doctrinal muy hermoso.

¿Cuál cree que fue su mayor aportación?

Estábamos muy enmarañados y nos estábamos olvidando de lo fundamental, que es Jesucristo. Todas sus catequesis se centran en que debemos buscar a Jesucristo. Y lo recoge también el papa Francisco: que nadie llega a ser cristiano porque se deja convencer por ideas, costumbres o filosofías, sino por el encuentro con una persona, que es Jesucristo. Necesitamos tiempo para evaluar con perspectiva a un personaje histórico. Se ha enterrado hace apenas una semana.

¿Por qué cree que el papa Francisco es tan querido?

Todos son queridos, pero distintos. He nacido a mi conciencia eclesial con Pablo VI, que era un ancianito con voz lastimosa y se parecía a los últimos momentos del papa Benedicto. Juan Pablo II tenía una fuerza arrolladora y fascinante. Juan Pablo I era todo sonrisas y muy cercano. Benedicto se recibió como frío, académico y catedrático de Teología, pero tenía una gran ternura, y, como dice el papa Francisco, era el abuelo de la Iglesia. Y el papa Francisco viene y trae otro estilo totalmente distinto. Es un latinoamericano en Italia. Es un hombre con una gran libertad de espíritu, que dice lo que piensa y lo dice con mucha gracia. Y no lo dice a lo español, sino a lo argentino, con giros especiales. Y que tiene una gran capacidad de atracción a la hora de enfrentarse a problemas muy fuertes.

¿Cree que el papa Francisco sería más innovador si tuviera más libertad y no tantas ataduras?

Creo que el papa Francisco es un hombre muy libre, inmensamente libre. He tenido la ocasión de estar con él, le llevaba un problema, y me dijo que hiciera lo que yo quisiera. No creo que sea la clásica persona que se deja condicionar. Los únicos condicionamientos que puede tener son las reglas de conducta, la doctrina y la tradición.

El papa ha tomado algunas medidas para evitar casos de pederastia en la Iglesia.

Hay que hacer justicia. El primero que tomó las primeras medidas duras fue el cardenal Ratzinger en el Pontificado de Juan Pablo II. Después, ya como Benedicto XVI, fueron más claras las determinaciones, con un manual de conducta que se nos envía a todos los obispos para actuar. Con él, empieza aquella famosa frase de “Tolerancia cero”. Y el papa Francisco continuó en esta línea. Hoy en día nuestra praxis es la más severa. Alguna prensa ha sesgado este problema y cree que es un problema del clero, pero es general.

En los últimos cuatro años, tres curas fueron denunciados por pederastia en la provincia de Ourense. ¿El daño que está haciendo la pederastia a la Iglesia es irrecuperable?

Es un daño muy grave, aunque solo hubiera habido un caso. Los tres casos están solucionados jurídicamente; en el ámbito canónico están solucionados dos.

¿Qué le puede ocurrir a un sacerdote que ha sido condenado por pederastia?

Le pueden ocurrir tres cosas: quedar apartado del ejercicio del ministerio, enfrentarse a los tribunales penales y enfrentarse al tribunal eclesial, que a veces es muy duro.

¿Qué opina sobre que el rey Baltasar de la cabalgata fuera un doble penado por abusos sexuales?

Es una gran imprudencia, por lo que ello supone de cara a los niños y la ciudadanía.

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