El Gipuzkoa, mejor a lo ancho, en el encuentro ante el COB

Qué complejo es resumir en unas pocas líneas lo que ya es historia. Ya no por el resultado de este último partido, que también, sino por lo que representa como epítome de toda una temporada. “Hay quien dice -leíamos en un artículo del periodista Daniel Borras- que se puede definir un disco por las letras con las que empieza la primera canción, y los versos con los que acaba la última estrofa”. Reflexión que sintetiza de manera perfecta lo que fue este último partido. Lo que fue toda la temporada del COB. Con una primera parte alentadora, y la angustia de unos últimos minutos para el recuerdo por cuanto lo negativo del resultado para los intereses ourensanos y los errores cometidos en un último instante.

Bien se podría decir que durante tres cuartos el COB se esforzó, corrió mucho y produjo poco. Y esto tiene una explicación. Y es que en el baloncesto de toda la vida se ha jugado a lo “alto” y ahí el conjunto ourensano fue dominador: 38 rebotes, 18 ofensivos (24 Gipuzkoa). Pero el baloncesto moderno se juega a lo ancho y ahí Gipuzkoa estuvo más acertado -que por cierto no es algo que sorprenda-: 14/37 en tiros de tres (solo 23 de dos) por 4/23 el COB. Medio centímetro a un lado comienza a construir un sueño. Medio centímetro a otro te lo quita. Y este caso al COB se lo quitaron.

Y es que los exteriores ourensanos, con el hándicap de la baja de Moody, no tuvieron su día y por ahí se fueron sus ilusiones. Intentó Brito, como siempre hace, liderar la rebelión o Gill, que entra y sale de los partidos sin lograr permanecer en ellos, hacer valer sus centímetros, en un esfuerzo al límite por mantenerse en ese grupo de los “terrenales” y a poder ser alcanzar la excelencia, en una disputa por milímetros, pero no pudo ser.

Nada que reprochar ni en esta ocasión ni anteriormente. Tiempo habrá para pormenorizar en distintos apuntes.