El mundo es solo para ellos

Publicado: 21 jun 2025 - 02:25

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Había más de un millón de personas. Todas de pie, alzando la barbilla como si fuesen a ser capaces de estirar el cuello los centímetros suficientes para ver algo.

Allí. Tan lejos.

La tortura de los grandes escenarios. La condena anacrónica de la música, que un día dejó de ser algo que escuchar para convertirse en algo que ver.

Hicimos sitio justo detrás de varias chicas -mucho más jóvenes que nosotros- sentadas en el suelo justo antes de empezar el concierto de Beach House. Sentadas, pensé, por el trajín de todo el día. Ahora escenario principal. Ahora comer. Ahora pedir. Ahora mear. La logística de festival, que puede resultar más complicada que entenderse a uno mismo un lunes por la mañana.

Y empezó.

Las luces deshacían las siluetas a contraluz. El silencio sepulcral multitudinario. Juro que al cerrar los ojos pude escuchar la exhalación colectiva.

Dos de las chicas seguían sentadas en el suelo. Mirándose los pies. Cantándole a la pantalla del teléfono móvil cada palabra de cada letra. Me preocupé al principio. Por la angustia de si se encontraban mal entre cuarenta mil personas. Me enfadé al final. Porque sentarse entre cuarenta mil personas se me antojó peligroso.

Y un poco grosero.

Ellas allí. Inamovibles.

Y yo continuaba con mi juicio destartalado por el paso de los años sin comprender la escena: ver el concierto de tu vida sin verlo.

El mundo era solo para nosotros, ahora, es solo para ellos.

Al poco aparecieron a su lado todos los demás. Como si hubieran trazado un caminito de hormigas que nadie de aquel millón de personas había pisado. Una pareja se morreaba a descompás, torpe, con los ojos entreabiertos mientras otro le concedía la aprobación con gesto afirmativo en la sonrisa y en el pulgar. Los cigarrillos de mano en mano. Los besos. Los empujones de lealtad. Y cantaban. Sí, cantaban.

Were you ever lost? Was she ever found?

Y me acordé de cuando nos sentábamos en el suelo de los bares cada vez que sonaba “Creep” y nos rebozábamos entre conflictos generacionales. Recordé que, a nosotros, a ti y a mí sobre todo, el mundo también nos parecía una mierda. Que nos saltábamos las normas, los protocolos y todos los días de la semana nos frustrábamos con algo, con alguien, pero lo hacíamos juntos. Porque creíamos que el mundo era solo para nosotros.

Se levantaron de pronto llorando entre sonrisas. Como tú cuando escuchabas “Just Like Honey”. Observé desde la distancia del tiempo. Los vi, abrazados en uno. Los vi, viviendo a su manera el momento más importante de sus vidas. Y yo allí, a metro y medio de mi pasado. Pidiéndoles perdón en silencio por mi juicio erróneo de valor. Porque la memoria, a menudo, nos traiciona.

El mundo era solo para nosotros, ahora, es solo para ellos.

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