Pilar Cernuda
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Red Auerbach fue el creador de la leyenda Celtics, “celtic pride”, y que no era otra cosa que el orgullo verde de los Celtics, donde la única estadística que importa es el número de victorias y de lo que se trata es de hacer más puntos que el rival, sea como sea. Y eso fue el “orgullo COB”, donde se trataba de ganar porque así era necesario, pero sin ningún tipo de argucias que no fuera el apoyo del Pazo, que una vez más registró una gran entrada, y el trabajo del “carpanta” Ogunsipe, bajo tableros, que Brito (27 puntos) viera el aro rival como el arco del Puente Viejo o Krikke entendiera a la perfección como atacar una zona, castigando con ese tiro de media distancia, propio de la clase noble del basket, el aro rival.
La clave del partido estuvo en la parcela defensiva y el COB lo supo interpretar bien
Y así fueron sumando Rafa Lisboa, Sergio Rodríguez, Mendikote... todos los que son. Superando a un Castellón que no es tanto los puntos que suma en ataque, como cuanto los muchos más que encaja con su desajustado trabajo defensivo. Que en esta ocasión se limitó a una zona 2/3 muy poco intensa. Bastaba ver las desilusionantes miradas de su técnico, Frederic Castelló, en cada tiempo muerto, que, desencantado, se le podían interpretar como un ruego a los suyos: “¡coño, esforzarse algo más!”.
El equipo cumplió y se esforzó por cumplir con el objetivo; fue un chute de ánimo
Ciertamente, la clave del partido estuvo en la parcela defensiva. Y es que el baloncesto, como bien dijo el gran Bill Russell, “es un juego que se juega en toda la cancha”. Y esto es evidente que, todo lo bien, que así lo interpretó el COB, lo hizo de mal un Castellón que después de este resultado se tendrá que encaminar a objetivos totalmente dispares. Para el conjunto ourensano fue ese “¡estamos aquí!”.
Necesitaba superar al Castellón para recuperar su posición en la zona noble, alargar su anhelo de mantenerse en la pelea, incluso esa máxima ilusión por engancharse al play off. Cumplió, y se esforzó por cumplir con el objetivo. Realmente fue un chute de ánimo para todo el Pazo.
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