TAL DÍA COMO HOY
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La Semana Santa representa una celebración de marcada intensidad emocional y espiritual en diversos países del mundo. Sin embargo, para quienes participan activamente en procesiones, penitencias o representaciones, también puede convertirse en una experiencia físicamente exigente y, en algunos casos, peligrosa para la salud.
Tanto en España como en Filipinas, por ejemplo, la fe y la tradición se entrelazan con desafíos físicos que quizás deriven en múltiples lesiones
Tanto en España como en Filipinas, por ejemplo, la fe y la tradición se entrelazan con desafíos físicos que quizás deriven en múltiples lesiones. En el contexto nacional, los costaleros se encargan de portar los pasos o imágenes religiosas a lo largo de dilatadas procesiones. Algunos de estos monumentos pueden llegar a pesar más de una tonelada, distribuida entre decenas de personas. Aún así, este esfuerzo sigue siendo considerable. Más concretamente, en el cuello y los hombros las lesiones más comunes incluyen sobrecargas y contracturas musculares causadas por la presión directa del paso sobre estas zonas. Las compresiones nerviosas se manifiestan en síntomas como adormecimientos y dolores irradiados, especialmente en los brazos y la espalda. En los hombros, pero también en las caderas, pueden aparecer bursitis producidas por el roce constante con las estructuras de madera y metal. Mantener posturas forzadas durante horas puede asimismo repercutir sobre otras partes de la columna, ocasionando lumbalgias y exacerbaciones de las patologías discales intervertebrales. Piernas, tobillos, pies y muñecas sufren por los esfuerzos prolongados y los movimientos repetitivos, acarreando artritis, tendinitis y fascitis plantares. Si en España la Semana Santa se convierte en un espectaculo de costaleros y nazarenos, en Filipinas se celebra todavía con una mayor intensidad, con rituales de autoflagelación, via crucis vivientes y en casos extremos cruxificiones reales, que cuentan con la desaprobación de la Iglesia Católica, no partidaria de estas prácticas extremas.
Muchos son los penitentes que caminan descalzos sobre calles de piedra y asfalto, que actuan así por redencion o sacrificio. En estos casos, las lesiones más frecuentes son las heridas abiertas y laceraciones, producidas por latigazos y otros rudimentarios instrumentos contundentes, que pueden infectarse facilmente. Las hemorragias, más o menos profusas, pueden desencadenar shocks hipovolémicos. Ocurrirán accientes, caídas y luxaciones, un problema adicional. Por último, darán problemas las quemaduras solares, la deshidratación y los golpes de calor, en procesiones dialtadas durante horas bajo la intensidad del calor y la humedad tropicales. Y aquellos que decidan ser clavados en cruces para manifestar su fe, arriesgarán sus propias vidas dañándotelo gravemente sus cuerpos, asumiendo graves lesiones, secuelas e infecciones.
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