Rafael Dávila Álvarez
Non plus ultra
Los cafés llenos, los restaurantes llenos, las calles llenas de turistas, con lluvia o con sol. Sin embargo, en las conversaciones se escucha el descontento. Hay como amargura, desaliento, preocupación a flor de piel. Se habla de la falta de trabajo y mucho de la enfermedad. Somos una sociedad vieja, impotente, herida. La inteligencia se escapa. Los estudios hechos en profundidad dan la señal de alarma: la inteligencia cada vez es más baja. En cuanto a los estímulos, casi son nulos. El mundo se ha hecho muy pequeño e igual, ya no hay sorpresas, lo que se veía en los países exóticos está aquí, en cualquier lugar por muy pequeño que este sea. Es un mundo uniformado.
El ser humano se adapta a todo sin rechistar. Hay mucha blandura
La movilidad cada día es más difícil. Para el viajero de bajo presupuesto, viajar es un infierno. La impresión es que el avión ha encogido o hay más asientos de los que había. Hace tiempo, una compañía aérea muy conocida, propuso viajar de pie con arneses. Para unos fue un escándalo mayúsculo, y para otros, motivo de mofa y befa. Pero esa idea vuelve a resurgir con tanta fuerza, que ya están diseñados asientos verticales que permitan reducir espacio. Esto para vuelos de bajo costo y de corto recorrido. Pero espere usted, que pronto será para los largos. Diez, doce horas… ¿Qué más da? Ideas de tebeo, hoy realidad. Y ¿quién se atreverá a viajar así? Pues quizá, unos por obligaciones y otros por placer. El ser humano se adapta a todo sin rechistar. Hay mucha blandura.
Al ser así la cosa, habría que proponer algo más ahorrativo de espacio y de coste del billete: que los pasajeros viajen acostados, no en literas si no uno encima de otro, literalmente. De este modo se conseguiría más solidaridad, más intimidad, y comprensión sin límites, ya que esta es la era de la comunicación y en la que to er mundo e güeno. Sobrarían los móviles y las pequeñas pantallas en los asientos, que son un lujo. Otra cosa es la subida de la cesta de la compra. No es que se suba la cesta, es que se sube a la estratosfera lo que va en ella. Se entra en el supermercado y se va directo a lo necesario. Hasta ahí, todo bien, todo en orden. Sí que se sabe que todo está por las nubes, pero el estado de shock llega ante la caja de pagar y soltar la guita, que diría un castizo. Es entonces es el momento de saber que para el resto del mes, pan y agua, si acaso, que el agua ahora...
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