Rafael Dávila Álvarez
Non plus ultra
MUJERES
Mi amiga está como un niño con zapatos nuevos, como suele decirse de aquel que está muy contento. Cualquiera que la escuche pensará que le ha tocado la lotería, y sin embargo, para ella, el motivo de su alegría es mejor. Me preguntarán ustedes, queridos lectores, por qué mi amiga se siente tan feliz, si no es algo sumamente bueno en su vida, como poder vivir sin agobios ella y su familia, sobre todo en estos tiempos de incertidumbre. Y yo les diré que es algo tan sencillo como el hecho de que arriba de una escalera de mano que tiene en el porche de su casa, han anidado unos petirrojos. Con muchísimo cuidado, mientras la madre estaba ausente, se ha subido a un cajón y se asomado a ver la pequeña, pero perfecta obra de ingeniería realizada con pajillas, y ha visto tres pequeñísimos huevos de color turquesa. Tres piedras preciosas.
Son palabras que serenan el espíritu hoy día tan agitado en este mundo convulso, cada vez más difícil de sobrellevar.
Mi amiga cree que el hecho en sí viene a ser la joya de su corona, ya que, si los pájaros han situado allí el lugar para tener a sus hijuelos, es porque intuyen tranquilidad y confianza, y que no se va a molestar a su prole alada. Y es posible que así lo hayan comprobado, puesto que en ese lugar tienen la barbacoa, y se plantan y trasplantan a menudo flores y arbustos de todo tipo, con que mi amiga ornamenta el interior y exterior de su hogar. Pero los pájaros no se van, han sentado sus reales de futuros padres.
Pero hemos citado las palabras “tranquilidad y confianza”. ¡Qué bien suenan! ¡Qué bien sientan! Son como un ungüento, como un bálsamo para curar dudas, inquietudes, y las heridas del tiempo. Son palabras que serenan el espíritu hoy día tan agitado en este mundo convulso, cada vez más difícil de sobrellevar. Pero los pájaros, esos petirrojos que se pasean por los alrededores de la casa de mi amiga, dicen que no todo está perdido, que la vida es eso, las pequeñas cosas, aquello que parece que no tiene valor alguno, pero que respira y vive, y es capaz de crear su propio mundo, pequeñito como su corazón, poco menos que un guisante, pero que sin embargo, late con fuerza. Es la naturaleza que nos hace vivir, gozar, sentir, aprender y caminar hacia delante, o sea, el momento, porque no hay más futuro que el instante presente. Por eso es tan importante, sobre todo la confianza que nos transite tranquilidad. Y puede que la paloma se equivocase, pero los petirrojos de mi amiga, no.
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