Esperanzas en peligro de extinción

El Catálogo Galego de Especies Ameazadas cumple 15 años desde su aprobación, un registro que fue creado para proteger y evitar la desaparición de animales y vegetales cuya existencia se encuentra en situación de vulnerabilidad.

Tiene un caparazón marrón verdoso, en ocasiones con gotas amarillentas. Su nombre es Emys orbicularis o galápago europeo. Aunque aquí siempre se la ha conocido como “sapoconcho común”. Esta tortuga forma parte del paisaje ourensano, vive en la cuenca del río Arnoia y del Avia. Para Allariz, Ribadavia, Cenlle y muchos otros concellos es una vecina más. O, al menos, lo eran el centenar de ejemplares que quedaban. Su situación de vulnerabilidad le hizo formar parte de los 193 animales y vegetales que aparecen en el Catálogo Galego de Especies Ameazadas. Un registro que acaba de cumplir 15 años de vigencia.

Un miércoles 9 de mayo aparecía en el DOG el Decreto 88/2007. Este formalismo burocrático significaba que la administración ponía la protección de la biodiversidad como “un dos obxectivos prioritarios da política”. Así, se plantaba en Galicia una semilla de esperanza.

Ahora, el Catálogo Galego de Especies Ameazadas registra 126 especies “vulnerables” y 74 “en peligro de extinción”. Una década y media después, solo se han desarrollado un plan de conservación de especies y dos de recuperación, uno de ellos el de la casi desaparecida tortuga.

Serafín González es el presidente de la Sociedade Galega de Historia Natural, y hace los cálculos rápidamente: “Al ritmo actual, serían necesarios cuatro siglos para aprobar todos los planes de recuperación para las especies en peligro de extinción, y 14 para los planes de conservación de las que se encuentran en situación de vulnerabilidad”. No hay tanto tiempo.

Radiografía de la provincia de Ourense

 

Ourense siempre ha sido un tesoro. Humedales, montes verdosos, temperaturas únicas en Galicia y grandes concentraciones de agua dulce. Esto ha provocado que especies de todo tipo abunden. Pero la vida silvestre no es ajena a la acción humana.

Hoy, numerosos seres vivos están en peligro de desaparecer para siempre. El urogallo o el sisón ya no cuentan con especímenes reproductores. La agachadiza común o el avefría se mantienen únicamente gracias a los proyectos de organizaciones como la SGHN. El sapo de espuelas, la tartaraña cincenta, la gatafornela o la víbora hocicuda se pierden a gran velocidad. Incluso vegetales como el cardiño da lagoa dependen de trabajos naturalistas.

Los incendios, el cambio climático, la caza, la explotación de la tierra y la alteración de los ecosistemas son sus sentencias. Por eso, resulta necesario que existan espacios en los que se proteja a estos seres.

Protección

No desarrollar estos planes supone asumir la extinción. “La pérdida de cualquiera de ellas, animal o vegetal, por la acción humana es un enorme error en base a criterios éticos, estéticos, económicos e, incluso, egoístas”, sentencia. 

Galicia es vida. Pero también, la comunidad que menos protege su territorio. Tan solo el 15% de su superficie forma parte de la red gallega de espacios protegidos. Asturias o Extremadura, sin ser las que más, cuentan con un 35% del terreno con estatus de protección legal.

“Os que nos adicamos a temas de conservación levámonos as mans á cabeza”, suspira el biólogo Cosme Damián Romay. “Ás veces teño a sensación de que é un estorbo que teñamos esta riqueza natural”.

Los colectivos conservacionistas explican que no se puede aseverar que “haxa un interese político e económico detrás”, porque “isto teno que dicir un tribunal”. Sin embargo, “é moi difícil pensar que toda a voráxine de proxectos eólicos ao redor de Galicia, tamén na provincia de Ourense, non está detrás da paralización de iniciativas de protección como a Rede Natura 2000”. Así lo explica Romay, en representación de la Asociación para a Defensa Ecolóxica de Galiza (Adega). Lo que sí apuntan es que hay evidencias de una desprotección real de muchos templos de la biodiversidad. 

La nula inversión en vigilancia, la falta de competencias para los agentes medioambientales o la paralización de proyectos beneficiosos para el medioambiente son algunas de estas estrategias. Serafín González es más tajante: “Desde un punto de vista ambiental, la comunidad gallega puede considerarse una comunidad autónoma fallida”. El amor por la naturaleza debe extender sus raíces a la población. El patrimonio natural es el tesoro de Galicia, como la lengua, la música o las construcciones históricas o monumentos.

Esperanza

La sociedad y las administraciones deben defender esta riqueza. Los concellos cuentan con medios legales para crear pequeños refugios, existen iniciativas que tratan de revertir este abandono. Lo pueden hacer a través de su Plan Xeral de Ordenación Municipal (PXOM). “Neles poden reservar áreas para garantir a preservación dos valores naturais”, desarrolla el representante de Adega. Pero estos espacios también pueden ser propuestos como Espacios Naturales de Interés Local. De hecho, A Boutureira, en San Cibrao fue el primero de Galicia en recibir esta calificación.

“Eu vou facer todo o posible para conservar este tesouro, e un pouquiño máis”. Es probable que de aquella semilla que supuso el catálogo no brotara una gran flor, pero de sus raíces sí pueden nacer grandes defensores de la Galicia natural. 

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