Manuel Fernández Ordóñez
Rebelión contra el poder ilegítimo
Como la celebración del debate sobre el estado de la Nación no se celebra con la regularidad debida, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha convertido el debate sobre el estado de la región en un remedo del anterior, y ha vuelto a presentarse como la verdadera líder de la oposición al Gobierno de Pedro Sánchez, porque la comunidad que preside se le queda corta a pesar de que su gestión de los servicios públicos es manifiestamente mejorable.
En la política madrileña todo está relacionado con la situación general del país y se repiten los mismos debates con los mismos ingredientes, quizá sea porque Madrid sigue siendo “el rompeolas de todas las Españas” que escribió Machado, o porque “Madrid es de todos. Madrid es España dentro de España”, que decía la propia Díaz Ayuso, y por ese motivo la situación de los palestinos en la Franja de Gaza y los supuestos casos de corrupción que rodean tanto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como a la presidenta madrileña han ocupado buena parte del debate regional junto con los ataques sin remisión a las políticas del gobierno de coalición, mientras que los madrileños se han quedado ayunos de la atención que se merecían.
Díaz Ayuso, que en los dos días de debate se ha dedicado a comparar los problemas de confianza que arrostra Pedro Sánchez frente a la esperanza que representa la Comunidad de Madrid para los inversores, sigue siendo incapaz de mostrar humanidad hacia los 64.000 muertos en la Franja de Gaza, unos hechos a los que se resiste a calificar como genocidio. Pero el mayor lastre con el que carga la presidenta madrileña es la situación procesal de su novio, Alberto González Amador, procesado por dos presuntos delitos fiscales por defraudar, según reconoció su abogado, 350.000 euros, y por corrupción en los negocios, al que defendió como víctima de una inspección salvaje de Hacienda y que se ha certificado recientemente que trató de regularizar su situación cuando fue pillado en falta por la Agencia Tributaria. De la defensa institucional que realizó al tenerse conocimiento de los hechos ha pasado a un silencio distante y a la defensa de su vida personal frente a los ataques de la oposición que la consideran beneficiaria a título lucrativo de las andanzas de su pareja.
Ayuso, que ha criticado el sectarismo de la izquierda en su acción política, ha tenido que escuchar que para sectarismo su “me gusta la fruta” que ha sido acogido como mantra por todo el PP, que a través de sus portavoces sigue considerando ilegítimo el Gobierno de Pedro Sánchez, y a cuyas normas y decisiones se ha declarado objetora, ya sea la política de vivienda -el incumplimiento de sus promesas en este rubro son manifiestas- o la posibilidad de acogerse a la quita de deuda propuesta por el Gobierno, que ha calificado como “corrupción de Estado” y que como le han significado desde la oposición supone un seguidismo de las directrices de Feijóo en contra de los intereses de los madrileños. En sus proyectos, desde luego, no han faltado las promesas de rebajas fiscales para determinados sectores y la defensa de los intereses de los hosteleros a costa de la futura ley antitabaco.
Según Díaz Ayuso, Madrid “está viviendo la mejor etapa de su historia”, pero incluso Vox le ha dicho que lo que ha presentado es “un folleto turístico” mientras que desde la izquierda calificaban como insustanciales las promesas que ha realizado.
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