Chito Rivas
PINGAS DE ORBALLO
O Nadal é...
¡ES UN ANUNCIO!
Nadie le dijo en qué momento uno ha de dejar de creer en las cosas que no se pueden explicar. Creer en Papá Noel, en Dios, en la justicia social universal.
Lucía dejó de creer cuando ella convino en hacerlo.
Con la libertad todavía intacta.
Odiaba el colegio y esa insistencia incomprensible en el uso diario de uniforme, ellos pantalón, ellas falda plisada. Todo le parecía como la cárcel: pálido y disciplinado.
En Papá Noel dejó de creer el año anterior, cuando de camino a casa vio a su tío Carlos ciscado en un banco del parque con un traje rojo y blanco, la barriga de mentira colgando, medio sobrio, medio desnudo, y en un razonamiento decisivo comprendió el mecanismo navideño. Mantener en alerta a los niños en un chantaje deliberado.
No reveló su descubrimiento, uno nunca sabe cuándo un dato puede convertirse en arma defensora de situaciones descontroladas y escribió de nuevo la carta al señor Noel siendo conocedora ya de todo el entablado: Querido Papá Noel este año me he portado muy bien. Y lo único que deseo es un tractor muy grande, bueno, y que mi papá gane la copa de Europa, que dice que nunca la ganamos.
Transcurrido el tiempo necesario para que todos cayeran dormidos, se dispuso a comprobar el motivo de tanto secretismo
Los siguientes días después del colegio Lucía dejó de preocuparse por su comportamiento, no es que tuviese una conducta desacertada, pero la vida se vuelve más tolerable cuando aflojas la cuerda. Y el culo.
La idea de que se hubiesen inventado a Papá Noel le hacía cuestionarse algunas cosas. ¿Y si no existían el presidente del gobierno ni el Rey? ¿Y si Disneylandia era un lugar inventado utilizado como artimaña en forma de promesa imposible? Y lo más importante, ¿Y si en realidad sí podía meterme en la piscina después de comer?
La vida cobraba otro cariz distinto dentro de cada hipótesis nueva.
Esa noche escuchó como un trajín inusual recorría la casa, ruidos de bolsas de plástico, pies deslizándose por el pasillo y un montón de shhh admonitorios. Lucía se levantó de la cama a comprobar qué sucedía y pudo ver cómo sus padres escondían varios paquetes en la despensa de la cocina.
Transcurrido el tiempo necesario para que todos cayeran dormidos, se dispuso a comprobar el motivo de tanto secretismo. Cuando abrió la despensa lo vio allí al fondo, un tractor dentro de una caja que media más de un metro.
Los días hasta Navidad fueron eternos.
La mañana del 25 Lucía guardó la calma durante el trayecto entre su dormitorio y el salón ensayando su expresión de asombro. Agarró el paquete con su nombre al pie del árbol y despedazó el papel de regalo rojo desvelando una caja con una cabeza de melena rubia y un estuche de maquillaje. Desconcertada giró la vista y vio otro paquete de color azul de más de un metro con una nota: “primo Luis”.
Lucía miró a su madre y le dijo “ojalá nunca tengas la pena que yo tengo”.
Contenido patrocinado
También te puede interesar
Chito Rivas
PINGAS DE ORBALLO
O Nadal é...
Afonso Vázquez-Monxardín
V-16, un timo legal
Rosendo Luis Fernández
Carlos V algo intuyó en Extremadura
Isaac Pedrouzo
¡ES UN ANUNCIO!
La pena que yo tengo
Lo último
AGUAS RESIDUALES
Cea impulsa con un millón de euros su depuradora
ACOSO SEXUAL
El pleno de Lugo aprueba la reprobación de José Tomé