Fernando Lusson
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HISTORIAS DE UN SENTIMENTAL
Los amables lectores de La Región que todos los martes se entretienen leyendo estas historias de viejo periodista que les cuento, saben que de vez en cuando me gusta evocar episodios de ese Ourense lejano y entrañable en el que tuve la suerte de participar, ya fuera en la radio local, las historias del viejo cuartel y, sobre todo, la actividad del inolvidable grupo de primero teatro juvenil y luego “Valle Inclán” de Ourense. Los supervivientes, que cada vez somos menos, solíamos reunirnos de vez en cuando para recordar nuestras glorias y hacer proyectos, pero desde el fallecimiento de aquel gran animador, excelente actor que fue Fernando Gabelo, no nos hemos vuelto a convocar. Por eso, emociona mucho, removiendo los archivos que aparezcan esas viejas fotos de momentos felices de nuestras reuniones periódicas.
Se frustró, (pero sólo por ahora) pese a que ya teníamos previsto donde celebrarla, una sesión de teatro leído, con fragmentos de las obras con que recorrimos España a mediados de los años sesenta, ganando uno tras otro los certámenes de teatro juvenil que entonces se celebraban y que, como premio, trajo a nuestro querido Losada uno de los mejores concursos nacionales de teatro de lo que se tiene memoria en 1967 y que ya previamente nos había llevado a participar en el Certamen de Teatro Gregolatino de Málaga o en los Festivales de España en aquellos veranos de finales de los sesenta.
Desde el fallecimiento de aquel gran animador, excelente actor que fue Fernando Gabelo, no nos hemos vuelto a convocar
En estas reuniones que hace tiempo que no celebramos surgían los viejos recuerdos, anécdotas vividas de cuando poníamos en escena obras Chéjov, Anouilh, Valle Inclán, Hochwälder. Mishima, y tantos otros. Era Alvarado un perfeccionista. Para nuestro vestuario en las diversas hacía venir de Madrid una sastra y los atuendos de nuestros personajes de la casa Peris y Hermanos, la mejor sastrería de teatro y cine de España. Y para preparar una escena en que dos de los personajes nos batíamos a espada, nos estuvo dando clase de esgrima Osorio, que de eso sabía mucho. Y por eso triunfábamos donde fuéramos.
Aunque ya no está Gabelo, que era el motor esencial de aquellas reuniones, hace tiempo que los supervivientes de aquel tiempo, Marisa Calvo, yo mismo y otros posteriores, tenemos la intención de reunirnos y ver de montar una selección de teatro leído de nuestros éxitos de aquel tiempo. Voy a insistir. Quiero suponer que entre la gente mayor de nuestro querido Ourense entre los lectores de estas historias mías de La Región todavía tienen que quedar muchos de aquellos espectadores que asistieron a nuestras funciones y disfrutaron de aquellas obras de los chicos de Alvarado. Cuando actuamos en Festivales de España en Vigo, un crítico tituló su crónica “La profesionalidad de los aficionados”. Así era. Y les juro que cuando paso por delante donde estuvo el entrañable teatro Losada, cuando cierro los ojos vuelvo a escuchar los aplausos de aquel querido público ourensano que nos acompañó en aquellas lejanas tardes de mi juventud. Y me consuelo pensando que en Ourense se mantiene y ha crecido la afición y el disfrute por el teatro.
Por mi parte, tengo pendiente volver a dar una nueva conferencia evocadora de cosas del Ourense pasado, que dedicaré a Alvarado y al Valle Inclán. Dispongo de una valiosa colección de fotos, recortes, libreros, anécdotas y contenidos para montar una exposición eminentemente gráfica que pueda mostrar a los aficionados de este tiempo aquellas cosas que hicimos hace medio siglo, quienes teníamos su mismo entusiasmo y vocación. Creo que, en el viejo edificio de la Diputación Provincial, entrando por la que todos llamábamos calle de la Cruz Roja, en uno de sus espacios, donde estuviera la zona de reclutamiento, y luego nuestro lugar de ensayo, se siguen sonando las voces de aquellos actores ourensanos que hicimos historia y de los que vamos quedando algunos. Pero quedamos.
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